jueves, 27 de diciembre de 2012

EL LABERINTO DE LOS BALCANES

Tras la segunda guerra mundial y entre las diversas reformas económicas que fueron impulsadas al interior de los países de Europa oriental, la experiencia de Yugoslavia fue pionera. Por propia iniciativa de Josip Broz "Tito", padre tutelar del Estado balcánico, a partir de 1965 fue descentralizado el aparato productivo y la iniciativa privada alcanzó cotas de participación nunca vistas en un país socialista. Moscú observó las "herejías" con preocupación y, entre el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y la Liga de los Comunistas Yugoslavos, se cruzaron fuertes acusaciones que llevaron a ambos partidos a la ruptura. De hecho, Tito se negó a ingresar al COMECON -organismo económico que englobaba a todos los países comunistas europeos-, lo mismo que el Pacto de Varsovia, acuerdo similar en materia militar y, siguiendo una línea alternativa, se unió al Movimiento de Países No Alineados. La Yugoslavia socialista y federal de Tito pareció haber dado la respuesta correcta a la tradicional complejidad interna de un Estado plurinacional. Sin embargo, tras la muerte de Tito en 1980, el nacionalismo yugoslavo se fraccionó en diversos nacionalismos regionales, todos ellos teñidos de viejas rivalidades étnicas y confesionales. Finalmente, Yugoslavia saltó por los aires, con la misma carga de violencia que habían manifestado las viejas guerras balcánicas. Miles de muertos en espantosas "limpiezas étnicas" demostraron que los Balcanes seguían siendo, como antes de la Primera Guerra Mundial, "el polvorín de Europa". Yugoslavia se astilló en varios países sucesores que no eran más que el fruto de ancestrales rivalidades. El entusiasmo inicial que despertaron entre los yugoslavos las reformas políticas y económicas alentadas por Josip Broz "Tito" se convirtió poco a poco en desencanto. La aureola de Padre de la Patria que revestía el viejo líder guerrillero era el factor unificador del país por excelencia. Sin embargo, la inflación y el desempleo corroyeron cada vez más el espíritu patriótico. La pronunciada descentralización de la economía, adaptada a una estructura política federal, generó una serie de fuerzas centrífugas por parte de las distintas nacionalidades, etnias y confesiones que integraban el país balcánico. La primera señal de alarma provino de Kosovo, donde en noviembre de 1968 estalla la protesta de la población albanesa que, junto con numerosas reivindicaciones, también levantaba las banderas del Islam y aspiraba a separarse de Yugoslavia e integrarse a la vecina Albania, entonces gobernada por un régimen también comunista. Tito no dudó en apelar a la mano dura para reprimir el movimiento secesionista. Un patriotismo exacerbado En 1971, fue Croacia quien alzó la voz. Para los croatas, Yugoslavia estaba gobernada por los serbios, sus tradicionales enemigos. El movimiento estudiantil, bajo el liderazgo de profesores universitarios e intelectuales de prestigio, salió a la calle y acusó a Belgrado de imponer el idioma serbio por encima del croata y exigió reformas nacionalistas en los planes de estudio de la historia croata. La sección croata de la Liga de Comunistas, partido único que dirigía el país, se separó del Comité Central presidido por Tito y reclamó la redacción de una Constitución propia, que preveía la posibilidad de una "independencia nacional" a través de un referéndum, y también el uso de una moneda propia. Dado que los ingresos de Yugoslavia dependían en gran medida del turismo y uno de los principales sitios visitados era la costa dálmata, la separación de Croacia hubiera implicado un fuerte golpe a la economía yugoslava. Por su parte, Eslovenia también se sintió llamada a reivindicar sus aspiraciones: la construcción de una autopista que uniera a Ljubljana, la capital eslovena, con la frontera italiana, país de donde provenía la mayor parte del turismo de la región. Las autoridades federales de Yugoslavia, por decisión de la Liga de Comunistas, estaban empeñadas en derivar el grueso de los ingresos turísticos hacia las regiones más deprimidas (Macedonia y Kosovo). Los croatas, serbios y eslovenos vivían esta política como un favoritismo injustificado. Tras la muerte de Tito (mayo 1980), estas tensiones se manifestaron con toda su intensidad. La hegemonía serbia En principio, la República Federativa Socialista de Yugoslavia estaba articulada en seis repúblicas y dos provincias autónomas: República Socialista de Bosnia-Herzegovina (capital: Sarajevo) República Socialista de Croacia (capital: Zagreb) República Socialista de Eslovenia (capital: Ljubljana) República Socialista de Macedonia (capital: Skopje) República Socialista de Montenegro (capital: Titograd) República Socialista de Serbia (capital: Belgrado) Provincia Socialista Autónoma de Kosovo (capital: Pristina) Provincia Socialista Autónoma de Vojvodina (capital: Novi Sad) La escena yugoslava se complica con el desarrollo de movimientos separatistas. Hacia 1990, las repúblicas de Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina y Macedonia comenzaron a presionar por una nueva estructura federal de Yugoslavia que cumpliera sus deseos de autonomía. Slobodan Milosevic (1941-2006), quien se había convertido en líder del Partido Comunista de Serbia en 1987 y había logrado mantenerse en el poder al exaltar el nacionalismo serbio, rechazó estos intentos. Declaró que estas repúblicas sólo podían ser independientes si se establecían acuerdos fronterizos en beneficio de las minorías serbias residentes que no querían vivir fuera de los límites de un gran Estado serbio. En 1981 la población serbia constituía el 11,6% de la población de Croacia y el 32% de Bosnia-Herzegovina. Para mayo de 1991 estalla la crisis institucional, ante la negativa de Serbia y Montenegro de aceptar como presidente de la federación al croata Stjepan Mesic. El 25 de junio, Croacia y Eslovenia declararon la independencia y, en respuesta, el gobierno federal ordena al ejército, dominado por oficiales serbios, que reprimiera a los separatistas. En Eslovenia, el enfrentamiento duró diez días, y termina con la derrota de las fuerzas federales. En cambio, la guerra en Croacia duró 7 meses (julio 1991-enero 1992) y termina con la pérdida de más de un tercio de su territorio, que cayó en manos serbias. Estas secesiones y la declaración de independencia de Macedonia (septiembre 1991), significaron el final de la República Federal Socialista de Yugoslavia. En marzo de 1992, Bosnia-Herzegovina declaraba su independencia, y el 27 de abril del mismo año Serbia y Montenegro, las repúblicas restantes, acordaron unirse y formar la República Federal de Yugoslavia, sucesora legal de la antigua Yugoslavia socialista, admitiendo la independencia de las repúblicas separatistas, las cuales ya habían sido reconocidas internacionalmente. La guerra de Bosnia (1992-1995) Para abril de 1992, Eslovenia, Croacia, Macedonia y Bosnia-Herzegovina fueron reconocidas por la comunidad internacional, en tanto que la República Federal de Yugoslavia no obtuvo tal reconocimiento. En las zonas de Croacia y Bosnia-Herzegovina habitadas mayoritariamente por serbios, comenzaron a establecerse gobiernos autónomos (República de Krajina, República Srpska de Bosnia) apoyados por el régimen de Milosevic y Yugoslavia. A partir de abril de 1992, estalla la guerra en Bosnia-Herzegovina, territorio multiétnico, poblado por grupos serbios, croatas y bosnios musulmanes. Las fuerzas serbias ponen sitio a Sarajevo, la capital de Bosnia, que el régimen de Slobodan Milosevic quería incorporarla a la Gran Serbia, con la consiguiente desaparición del nuevo país. En mayo de 1992, la ONU estableció sanciones económicas y comerciales contra Yugoslavia, pero no detuvo el avance de las fuerzas serbias. Guerra civil yugoslava: Guerra de Bosnia (1992-1995) El 11 de julio, las fuerzas serbias atacan la ciudad de Gorazde, ciudad ubicada al este de Sarajevo y controlada por los musulmanes; este hecho significó el inicio de la campaña de "limpieza étnica" realizada por los serbios en contra de sus enemigos. Miles de personas fueron asesinadas o expulsadas de sus hogares y enviadas a campos de concentración. A pesar de los esfuerzos de la ONU por detener la guerra de exterminio, las fuerzas serbias siguieron conquistando territorio en Bosnia, en una desigual lucha contra las fuerzas croatas y musulmanas que disponían de armamento ligero. Sin embargo, la situación comienza a cambiar a partir de 1994, cuando Milosevic empezó a ceder agobiado por las fuertes sanciones internacionales. En marzo de 1995, croatas y bosnios formaron la Federación Croata-Musulmana, el cual logró importantes éxitos militares. En represalia, los serbios atacaron las zonas de seguridad controladas por la ONU, donde se produjeron grandes masacres contra la población civil (Srebrenica, julio 1995). Ante la urgencia de encontrar una solución inmediata, la comunidad internacional promovió un tratado de paz. Así, el 21 de noviembre de 1995 se firmaron los Acuerdos de Dayton (Estados Unidos) entre los líderes de Serbia, Bosnia-Herzegovina y Croacia. En tales acuerdos se decidió la división de Bosnia-Herzegovina en dos entidades: una Federación Croata-Musulmana y una República Serbia de Bosnia. Al principio, este acuerdo fue supervisado por 60.000 soldados de la OTAN, siendo 20 mil de ellos estadounidenses. Bajo la tutela de fuerzas de seguridad de la OTAN y observadores internacionales de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación de Europa), se celebraron varias elecciones a nivel local y federal. Sin embargo, las tensiones étnicas no han desaparecido del todo. Varios militares serbios y croatas han sido arrestados como criminales de guerra y enviados a La Haya para ser juzgados por el Tribunal Penal Internacional de la ONU para la Antigua Yugoslavia, entre ellos Radovan Karadzic (líder de los serbo-bosnios, capturado en 2008) y el general Ratko Mladic (capturado el 2011). La guerra de Kosovo Después de los Acuerdos de Dayton, los conflictos étnicos resurgen en Kosovo. Territorio habitado por habitantes de lengua albanesa, se levantan en armas contra Serbia en 1997, formando el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) el cual inicia la lucha con el objetivo de lograr la independencia de la provincia. Las represalias de Serbia fueron violentas y provocaron que 700.000 kosovares huyeran hacia los países vecinos (verano 1998). Estados Unidos y los países del "Grupo de Contacto" (Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y Rusia) presionaron a ambas partes para que negociaran un acuerdo que otorgara a Kosovo la autonomía al interior de Serbia, sin llegar a la independencia. En la primavera de 1999, el Grupo de Contacto intentó imponer un plan de paz, pero Slobodan Milosevic, presidente de Yugoslavia desde 1997 lo rechaza, proclamando que su gobierno tiene el derecho soberano de defenderse contra las guerrillas del ELK y afirmando que nunca aceptaría la vigilancia de fuerzas internacionales en Kosovo. Cuando se intensifica la represión serbia contra el ELK y la población civil, la OTAN inicia los ataques aéreos contra Yugoslavia (marzo 1999). Miles de refugiados salen de Kosovo hacia las vecinas Albania y Macedonia, denunciando la campaña de limpieza étnica lanzada por el gobierno de Serbia. Después de once semanas de bombardeo intensivo contra objetivos militares y civiles de Yugoslavia, Milosevic se rinde (junio 1999) y acepta las condiciones de paz de la OTAN: las fuerzas federales yugoslavas fueron obligadas a retirarse de Kosovo, al tiempo que la OTAN desplegaba en la zona una fuerza multinacional de 50.000 efectivos. A fines de 1999 regresan los refugiados albaneses a Kosovo, iniciándose una serie de represalias contra los serbios residentes, expulsando a 100 mil de ellos del territorio, considerado la cuna de la nación serbia. Después de su derrota, Milosevic siguió ocupando el cargo de presidente de Yugoslavia, pero se vio obligado a convocar elecciones, perdiéndolas en septiembre de 2000 ante Vojislav Kostunica, líder opositor. Pero cuando Milosevic intentó invalidar los resultados de las elecciones, una revuelta popular en Belgrado lo obligó a dimitir (octubre 2000). Más tarde comparecería ante el Tribunal Penal Internacional de la ONU para la Antigua Yugoslavia, que le juzgó por crímenes de guerra y contra la humanidad, pero no fue condenado ya que muere en prisión en marzo de 2006. Epílogo Desde el fin de las guerras en Yugoslavia, los diversos Estados sucesores de la antigua federación siguieron diferentes rumbos: Los Estados sucesores de la Antigua Yugoslavia Eslovenia ha desarrollado un estable sistema democrático, de tal manera que pudo incorporarse a la Unión Europea y a la OTAN en 2004. Croacia se ha estabilizado institucionalmente tras la muerte de Franjo Tudjman, líder independentista del país en 1999. Ingresará a la Unión Europea a partir de 2013. Bosnia-Herzegovina ha realizado significativos progresos en el camino de la democracia y la reconciliación entre musulmanes, serbios y croatas. Macedonia ha padecido violentos enfrentamientos en 2001 entre el gobierno y el grupo étnico albanés, que constituye el 23% de la población. Los albaneses reclamaban derechos lingüísticos, empleos públicos y cambios constitucionales en su favor. Al terminar los enfrentamientos, la OTAN envió fuerzas militares para salvaguardar la paz y celebrar elecciones democráticas. Serbia y Montenegro se mantuvieron unidas hasta mayo de 2006, cuando la mayoría de los habitantes de Montenegro votaron en un referéndum por su independencia de Serbia. Kosovo sigue dominado por las tensiones étnicas y bajo un protectorado internacional de la OTAN. En febrero de 2008 proclama su independencia, pero es reconocida parcialmente por la comunidad internacional.