viernes, 9 de enero de 2015

PRIETO VERSUS NEGRIN


Cuando en julio de 1936 parte del ejército español se sublevó
contra las instituciones democráticas republicanas el PSOE era
el partido político más importante del Estado.
Por delante de las distintas minorías en las que se dividían las
fuerzas políticas españolas, el socialismo era el grupo más
numeroso.

Pero el partido fundado por Pablo Iglesias se debatía en
debates internos que si no llegaron a la escisión formal se debió
precisamente al golpe militar. El PSOE, dividido entre los
partidarios de Largo Caballero, el denominado Lenin español,
los de Indalecio Prieto, nada inclinado a posturas
revolucionarias, y los seguidores de Julián Besteiro, posicionado
también en ideas centristas, debía reunirse en congreso en
1936 para decidirse por la línea política a seguir.

El golpe militar lo impidió, pero no borró las disensiones
internas. El socialismo español se había presentado como parte
integrante del Frente Popular a las elecciones a diputados a
Cortes de febrero de 1936, pero cuando se produjo el golpe no
formaba parte del Gobierno, precisamente debido a las
divisiones internas, aunque sostenía al gabinete que presidía
Casares Quiroga.

Este Gobierno republicano no tardó en caer y la necesidad de
unión de todos las fuerzas que apoyaban a la República hizo que
el gabinete que le sucediera fuera de concentración y estuviera
presidido por un socialista, como decimos el partido más
importante del bando leal.

El presidente Manuel Azaña encargó la formación del ejecutivo
republicano a Largo Caballero y al equipo que presidió se le
denominó el Gobierno de la Victoria. Entraron nacionalistas
vascos y catalanes, republicanos de izquierda y moderados,
comunistas y anarquistas y, por supuesto, socialistas de las
diversas corrientes. Entre los ministros miembros del PSOE
nombrados por Largo Caballero se hallaban Indalecio Prieto,
para el cargo de ministro de Marina y Aire, y Juan Negrín, para
el de Hacienda.

A pesar de su nombre, el Gobierno de la Victoria cayó a los ocho
meses de su constitución arrollado por los reveses bélicos y los
enfrentamientos internos, por una parte, entre los comunistas,
apoyados por los que entendían que lo primero era ganar la
guerra y dejar para más adelante la revolución, y, por otra, los
anarquistas, apoyados por las fuerzas que sostenían que la
revolución y la guerra iban a la par. El enfrentamiento final
entre estas dos posturas tuvo lugar principalmente en las calles
de Barcelona en los llamados Hechos de Mayo.

A partir del 8 de mayo de 1937 nada fue igual en la guerra civil.
Los anarquistas perdieron gran parte del protagonismo y, a la
par, los comunistas demostraron ser el grupo político más
cohesionado del bando republicano. Largo Caballero se vio
forzado a dimitir y de la solución que se diera a la crisis de
Gobierno dependería en gran parte el desarrollo de la guerra.

Para el presidente Azaña la papeleta era complicada y
finalmente se decidió por Juan Negrín López para que formara
Gobierno. Negrín cumplía sobre el papel todos los requisitos: no
era caballerista pero había formado parte de su gabinete, lo que
hacía que el sector sindicalista del socialismo español no pudiera
oponerse, era partidario de Prieto y de esta manera se
contentaba a los seguidores de este, además, había desarrollado
una labor en el Ministerio de Hacienda que hizo posible que la
República lograra armas, aunque fuera a costa de las reservas
de oro del Banco de España.

Por su parte, sobre Prieto cabía entender el desenlace de la
crisis como un fracaso suyo pues en el momento en el que
vencía su línea no podía presidir el Gobierno debido a la
oposición de sus correligionarios y a su cada vez más
indisimulado pesimismo sobre el resultado de la guerra.

Pronto comenzaron Negrín y Prieto a no compartir posiciones
políticas comunes. Negrín buscó mantener buenas relaciones
con la Unión Soviética, única suministradora importante de
armas a la República, además de aproximarse a las democracias
occidentales, Francia y el Reino Unido. Prieto, por su parte,
cada día que pasaba veía más lejana la ayuda occidental y, por
el contrario, más perniciosa la colaboración soviética.

El diputado por Bilbao se volvía a medida que pasaba el tiempo
más y más contrario a las tesis comunistas, a la vez que veía al
presidente Negrín cada día más atado al PC. Prieto, desde mayo
de 1937 ministro de Defensa Nacional, se estaba convenciendo
de que la mejor solución para la guerra era entablar
negociaciones con el bando franquista para acabar cuanto antes
una contienda que consideraba perdida.

Negrín, por su parte, entendía la guerra civil como la primera
batalla de una guerra a nivel continental y sus esfuerzos se
dirigieron a alargar la contienda española hasta el inicio de la
guerra entre las potencias nazi-fascistas y demócratas.

Deterioro en las relaciones

La relación entre los dos políticos socialistas se fue deteriorando
hasta el punto de que Negrín decidió aceptar la dimisión de
Prieto el 30 de marzo de 1938. Antes de esta fecha se
produjeron incidentes como el enfrentamiento entre las dos
personalidades del Gobierno en Pedralbes el 31 de diciembre de
1937.

Eran las fechas de la victoriosa campaña de Teruel y el
presidente del Gobierno organizó una cena con invitados para
celebrar el hecho. El ministro de Defensa disculpó su asistencia
al ágape y prometió su concurrencia al final de la comida.

Cuando apareció en el salón donde se hallaban reunidos al
convite, Negrín se dispuso a abrazar a su ministro como
muestra de felicitación por el triunfo, pero Prieto parando en
seco al presidente, le dijo públicamente que la victoria era un
espejismo pues la guerra estaba irreversiblemente perdida.

Negrín perdió los nervios y ante los invitados le afeó su
conducta a Prieto.

Nada más dejar el Gobierno, Prieto pudo ser destinado a la
embajada en México pero Azaña le pidió que se quedara pues
deseaba tener un posible candidato a la Presidencia del
Gobierno en el caso de que Negrín cayera.

Pero esto no ocurrió y Prieto halló una ocasión para salir del
Estado cuando Negrín le ofreció la embajada a la toma de
posesión del cargo del presidente chileno Pedro Aguirre Cerdá.

Incluso en esta embajada se manifestaron las discrepancias
entre los dos políticos socialistas, pues Prieto marchó a América
con la condición de hacer campaña a favor de una mediación
latinoamericana en el conflicto hispano.
Poco después de la partida de Prieto comenzó el declive
definitivo de la República. La derrota de la batalla del Ebro y la
posterior ofensiva franquista en las Navidades de 1938 trajeron
como consecuencia que para los primeros días de febrero los
franquistas hubieran conquistado todo el territorio catalán.

A la República solo le quedaba la zona Centro-Sur,
incomunicada por tierra con el continente. Que la contienda
estuviera definitivamente perdida no cambió en nada la
determinación de Negrín de prolongar el conflicto hasta que la
guerra comenzara en Europa. Pero por muy fuerte que fuera la
voluntad de Negrín, lo cierto era que cada vez se estaba
quedando más solo.

Si bien, en general, en todos los partidos y sindicatos, con la
excepción tal vez de los anarquistas, hubo sectores partidarios
de Negrín, el apoyo más sólido e importante del presidente
fueron los comunistas, hasta el punto de confundirse la
militancia de Negrín con el PC.

Pero la determinación de Negrín y el apoyo del PC no pudieron
impedir que el coronel Casado, apoyado por Julián Besteiro,
diera un golpe de Estado y precipitara el final de la guerra, no
sin antes declararse otra guerra civil en el bando republicano
como se había producido en Barcelona.

Para cuando se produjo el golpe de Casado, Negrín había
dispuesto el envío de cuantiosos bienes al extranjero con el fin
de atender las necesidades de la emigración.
Negrín era consciente de las limitadas fuerzas a su disposición y
sabía que, antes o después, la suerte de la República pasaba por
la derrota, por eso tuvo el acierto de crear un órgano de
asistencia a los exiliados y de dotarlo generosamente. Este
organismo de ayuda nació con la idea de ser unitario y sustituir
a otros como el Comité Nacional de Ayuda a España.

Sin embargo, en la historia del exilio ambos dirigentes
socialistas volverían a encontrarse, y Prieto le haría pagar a su
antiguo protegido todos sus “errores” y, finalmente, le
desbancaría de su posición de dirigencia del socialismo español.
En esto Prieto, además de su gran capacidad política, contó con
mucha suerte.

Escondite del tesoro

En efecto, a la vez que en Francia el Gobierno republicano
creaba el Servicio de Emigración de Republicanos Españoles
(SERE) para evitar que el recién reconocido Gobierno
franquista pudiera requisar los bienes evacuados, el gabinete de
Negrín decidió esconder parte del tesoro expatriado en el único
país que ofrecía unas garantías mínimas de seguridad, México.

Mientras en Francia por parte del SERE se hacía lo
materialmente posible para atender a los cientos de miles de
exiliados, entre otras cosas, preparando la emigración a
repúblicas americanas, especialmente a México, Negrín llamó a
un grupo de marineros fieles para una curiosa misión que
finalizó de una manera no menos curiosa.

México se había ofrecido para acoger a un gran número de
exiliados, era uno de los pocos países que había simpatizado con
la República y era lógico pensar en que era el mejor refugio
para parte de los bienes evacuados.

Negrín, desde sus días de ministro de Hacienda, contó con la
colaboración de los tripulantes de unos bous bacaladeros que la
República utilizó para transportar el oro del Banco de España
desde Cartagena a Odesa y otros servicios de guerra.

A estos marineros, en su mayoría de Lekeitio, se les unieron
dos lekeitiarras más en el transporte de los bienes republicanos
a México, José Ordorika y Marino Gamboa. El primero como
patrón y el segundo en calidad de armador, labor a la que se
dedicó durante toda la guerra transportando bienes para los
gobiernos vasco y republicano. En este caso de Gamboa se daba
la circunstancia de que tenía pasaporte estadounidense debido
a su origen filipino.

El barco que fletó Marino Gamboa para transportar el tesoro
republicano a México fue un yate de lujo al que se denominó
Vita.

El Vita llegó con algún susto a Veracruz, pero sin mayores
problemas. Los sustos y problemas se producirían en tierras
mexicanas.
El delegado negrinista encargado de hacerse con el cargamento
no se presentó en el puerto y el “secreto” de la operación si ya
era frágil en Europa antes de la partida del yate, en México se
volvió vox populi. Los responsables del Vita se asustaron y
contactaron con la personalidad republicana más importante
residente en la república azteca, Indalecio Prieto.

Este, valiéndose de las buenas relaciones con el presidente
Cárdenas y de las divisiones entre los exiliados, se sirvió del
tesoro del Vita para hacerse fuerte en el destierro español.
Convocó a algunas personalidades exiliadas en México y las
redujo a su favor.
Acto seguido, convocó a la Diputación Permanente de las Cortes
e hizo que se desdijera de lo acordado semanas antes cuando
había apoyado a Negrín además de que le apoyara en la
pretensión de crear un nuevo organismo de atención a los
exiliados españoles que se dio en llamar Junta de Auxilio a los
Republicanos Españoles (JARE).

De nada sirvieron las llamadas de Negrín para buscar una
solución consensuada en esta nueva crisis republicana pues
Prieto en ningún momento se mostró flexible a un acuerdo. El
orgullo herido del diputado bilbaino no atendió a razones y
rechazó todas las propuestas que le llegaron de Negrín. Prieto,
además, contó con el factor anticomunista a su favor. No solo
era él quien acusaba de filocomunista a Negrín.

El SERE estaba catalogado como tal, basándose en el
favoritismo por parte del SERE al PC y a los sectores
partidarios del antiguo presidente del Gobierno a la hora de
distribuir ayudas entre los exiliados. Este filocomunismo se
volvió en contra de Negrín y los suyos cuando en agosto de
1939 la URSS firmó un acuerdo de colaboración y de no
agresión con Alemania y a continuación atacó Polonia.

La reacción occidental fue declarar la guerra a Alemania y
perseguir al comunismo. En este contexto, la policía francesa
intervino las sedes del SERE y, finalmente, en la primavera de
1940, cerró sus instalaciones. Para entonces el organismo
negrinista había gastado más de 90 millones de francos en
atender a los exiliados españoles, mientras la JARE casi no se
había estrenado en la labor. Primero, porque se había
demorado su creación, segundo, porque no tenía la
infraestructura con que contaba el SERE y, en último lugar,
porque sus bienes estaban en América.

Para cuando se produjo la ocupación alemana de Francia en
junio de 1940, el SERE había sido intervenido y tenía muchas
dificultades para operar.
Además la nueva situación de ocupación hizo que Negrín se
tuviera que refugiar en Inglaterra, donde el Gobierno le era
hostil y donde poca labor política podía hacer pues había pocos
exiliados españoles.

Por el contrario, en México, Prieto contaba con grandes
cantidades de dinero, muchos exiliados y un Gobierno
favorable. Para cuando terminó la II Guerra Mundial y se
vislumbraron algunos rayos de esperanza para retornar del
exilio y derrocar la dictadura española, Prieto era el dirigente
exiliado más importante y obedecido por casi todos, excepción
hecha de los nacionalistas y comunistas y logró que se
cumpliera su voluntad de orillar a Negrín y a los comunistas.

Pero de poco sirvió todo aquello, la nueva situación
internacional de guerra fría favoreció a Franco y mantuvo
definitivamente en el destierro tanto a Negrín como a Prieto,
además de a la democracia.