sábado, 7 de diciembre de 2019

EL DERECHO AL CONOCIMIENTO DE ARISTOTELES


Aristóteles nació en la antigua Estagira, en la Macedonia griega, en el 384 antes de Cristo. En el siglo IV antes de Cristo, los antiguos griegos consideraban Macedonia de manera muy similar a como los franceses de hoy tienden a estimar Gran Bretaña y América, aunque Estagira no quedaba fuera de los confines de la civilización, puesto que era una pequeña colonia griega fundada por la isla de Andros en el Egeo.

El padre de Aristóteles, Nicómaco, había sido médico personal de Amintas, rey de Macedonia y abuelo de Alejandro Magno. De resultas de esta relación, que se había convertido en amistad, parece que el padre de Aristóteles llegó a hacerse rico adquiriendo propiedades alrededor de Estagira y en otros puntos de Grecia. El joven Aristóteles fue criado en una atmósfera de saberes médicos, pero su padre murió cuando él era todavía muchacho y Aristóteles fue entonces llevado a Atarneo, una ciudad griega en la costa de Asia Menor, donde su primo Proxeno se hizo cargo de su educación.

Al igual que muchos herederos, Aristóteles se puso enseguida a gastar todo el dinero recibido. Una leyenda dice que lo fundió todo en vino, mujeres y fiestas y que se arruinó de tal modo que tuvo que alistarse por un tiempo en el ejército, después de lo cual regreso a Estagira para dedicarse a la medicina; más tarde, a la edad de 30 años, lo dejó todo y se fue a Atenas para estudiar en la Academia de Platón, donde permaneció ocho años.

Hagiógrafos medievales posteriores, decididos a santificar a Aristóteles, ignoraron o vilipendiaron estas impensables calumnias. Pero no podía faltar otra leyenda, más aburrida, pero también más verosímil, sobre la juventud de Aristóteles,según la cual ingresó directamente en la Academia a los 17 años, aunque algunas de las fuentes de esta historia aluden también a un breve interludio de vino y mujeres, como buen señorito calavera.

En todo caso, Aristóteles se asentó de temprano en la Academia para un periodo de intenso estudio, y se hizo notar rápidamente como la mente más brillante de su generación; empezó como estudiante, pero fue pronto invitado al círculo de colegas de Platón. Parece ser que al comienzo Aristóteles veneraba a Platón; ciertamente absorbía toda la doctrina platónica enseñada en la Academia y su propia filosofía había de estar firmemente afincada en sus principios.

Pero Aristóteles era demasiado brillante para ser un simple seguidor de nadie, ni siquiera de Platón; siempre que Aristóteles discernía lo que parecía ser una contradicción (o un fallo) en las obras de su maestro, creía que era su deber intelectual hacerse notar. Esta costumbre irritó pronto a Platón, y aunque no parece que se hayan enemistado, hay datos que sugieren que las dos más grandes cabezas de su época encontraron conveniente guardar cierta distancia.

Se sabe que Platón se refirió alguna vez a Aristóteles como «esa cabeza con patas» y que llamó a su casa «el taller de lectura»; este último comentario se debe a la famosa colección de pergaminos antiguos que poseía Aristóteles, que tenía el hábito de comprar todos los pergaminos raros de obras antiguas que caían en sus manos y fue así uno de los primerosciudadanos en disfrutar de una biblioteca privada.

Poco después de su matrimonio, Aristóteles fundó una escuela en Assos y, tres años más tarde, se trasladó a Mitilene, en la isla de Lesbos, donde fundó otra escuela. Por entonces estaba Aristóteles muy interesado en la clasificación de animales y plantas. Sus sitios favoritos para la caza de especímenes eran los lugares frecuentados por animales en las playas del golfo de Yera, casi cerrado al mar, cuyas aguas azules y tranquilas bajo el monte Olimpos son hoy tan idílicas como han debido de ser en aquel tiempo.

Las laderas se cubren en primavera de una alfombra multicolor y en época de Aristóteles había seguramente en las montañas jabalíes, linces y hasta osos. El primer paraíso naturalista para el primer naturalista.En sus obras sobre la naturaleza intentó descubrir una jerarquía de clases y especies pero, por el enorme volumen de sus investigaciones, estaba convencido de que la naturaleza tenía un propósito y de que cada característica particular de un animal estaba en él para una función. «La naturaleza no hace nada en vano», aseveró. Habrían de transcurrir más de dos milenios antes de que la biología avanzara más allá de su concepción, con la noción de evolución de Darwin.

Ya entonces había alcanzado Aristóteles la reputación de ser el principal intelectual de toda Grecia. Filipo de Macedonia había invadido recientemente Grecia, uniendo en un solo país las ciudades estado en continua riña, y propuso a Aristóteles que hiciera de preceptor de su díscolo hijo Alejandro. Como el padre de Aristóteles había sido médico personal y amigo del padre de Filipo, Aristóteles era considerado como uno más de la familia; así que se sintió obligado a aceptar la oferta real y emprendió de mala gana el viaje a Pella, la capital de Macedonia.

Hoy en día, Pella es poco más que un yacimiento de piedras, algunos mosaicos y media docena de columnas, al lado de la muy transitada carretera principal de Salónica y es un lugar sorprendentemente anodino, si se considera que fue la primera capital de la antigua Grecia y que, después de que Alejandro Magno se lanzara a su megalómana campaña para conquistarel mundo, pudo incluso haber sido la primera (y última) capital del mundo conocido.

Allí, en el 343 antes de Cristo, una de las mentes más brillantes de la humanidad se dispuso a tratar de educar a uno de los más grandes megalómanos de la humanidad. Aristóteles tenía 42 años y Alejandro 13, pero no es de extrañar que fuera Alejandro el que se saliera con la suya. El voluntarioso joven no aprendió absolutamente nada de su preceptor durante los tres años que duró su relación. Así dice la tradición. Aristóteles estaba convencido de la superioridad de los griegos sobre toda las otras razas. A sus ojos, el mejor caudillo sería un héroe homérico, como Aquiles, cuya mente hubiera asumido los últimos avances de la civilización griega. Pensaba, además, que en la mente del hombre hay la capacidad suficiente para dominar el mundo entero. No se puede negar que Alejandro ofrecía un extraordinario parecido con este diseño, aun cuando no resultó del todo como Aristóteles hubiera deseado. Pero sólo podemos especular sobre este encuentro de dos mentalidades acerca del cual poco se conoce.

Aristóteles llamó a su lógica «analytika», que quiere decir «desatar». Toda ciencia o campo de conocimiento debía comenzar por una serie de principios o axiomas de modo que las verdades podrían deducirse (o ser desatadas) a partir de estos por la lógica. Los axiomas definían el campo de actividad del objeto, separándolo de elementos irrelevantes o incompatibles.

La biología y la poesía, por ejemplo, partían de premisas mutuamente excluyentes. Así, las bestias mitológicas no formaban parte de la biología y ésta no tenía que escribirse en forma de poema. Tal visión lógica liberó campos enteros de conocimiento, proporcionándoles el potencial para descubrir nuevas verdades. Habrían de pasar dos mil años antes de que estas definiciones se convirtieran en una camisa de fuerza que restringía el desarrollo de conocimiento humano.

El pensamiento de Aristóteles fue la filosofía durante muchos siglos. Se la consideró en la Edad Media como el Evangelio, impidiendo así posteriores desarrollos. El pensamiento de Aristóteles construyó el edificio intelectual del mundo medieval, aunque no fue culpa suya que finalmente se convirtiera en una prisión.

Prefería investigar cómo funciona el mundo realmente antes que especular sobre su naturaleza. Hasta sus errores ofrecen a menudo una visión poética: «la rabia es el hervor de la sangre alrededor del corazón», «el sol hace los ojos azules»… A la manera verdaderamente griega, la educación era para él el camino hacia delante de la humanidad. En la creencia de que un hombre educado se distinguía del que no lo era «tanto como un vivo de un muerto».

Pero su comprensión de la importancia de la educación no era la de un activista superficial: «Es un adorno en la prosperidad y un refugio en la adversidad». Es posible que terminara pareciendo un poco pedante, pero da muestras de haber conocido su lote de sufrimiento. Fue profesor toda su vida y nunca buscó un empleo oficial y, sin embargo, ningún hombre en toda la historia de la humanidad, ha producido un aspecto tan duradero sobre el mundo y probablemente seguirá siendo esto así hasta la llegada del maligno personaje que presione el botón nuclear.

Aristóteles parece haber sido un hombre bueno. Creyó que la finalidad de la humanidad era la búsqueda de la felicidad, que definió como la realización de lo mejor de lo que somos capaces. Pero, ¿qué es eso mejor? Según Aristóteles, la razón es la más alta facultad del hombre, por lo tanto, «el mejor (y el más feliz) de los hombres emplea el mayor tiempo posible en la actividad más pura de la razón, que es el pensar teorético». Es ésta una visión profesoral bastante inocente de la felicidad: el hedonismo como una búsqueda puramente teorética. Pocos en el mundo real suscribirían esta opinión. Se le podría replicar que el discípulo de Aristóteles, Alejandro, buscó la realización de lo mejor de que era capaz, infringiendo en el proceso sufrimientos y muerte a innumerables miles de hombres, pero también se podría argumentar que Aristóteles intentó poner un límite a tales excesos con su famosa doctrina de la Media Áurea.
Según esta doctrina, toda virtud es la media entre dos extremos; por desgracia, esto sólo conduce a la mediocridad o al juego de palabras.

Aseverar que decir la verdad está a medio camino entre decir la mentira y corregir una falsedad es ingenioso, pero éticamente vacío (Aristóteles no sostuvo esto, pero habría necesitado algo parecido para llenar el vacío de su argumento sobre la media.

En el 323 antes de Cristo llegaron noticias a Atenas de que Alejandro había muerto en Babilonia, al final de un prolongado asalto a la bebida con sus generales. Los atenienses habían siempre resentido la dominación de los primitivos macedonios y dieron rienda suelta a sus sentimientos a la muerte de Alejandro. Aristóteles, que había nacido en Macedonia y que era famoso por haber sido preceptor de su hijo más capaz, fue víctima de una ola de pasiones anti-macedonias.

Fue procesado con cargos falsos de impiedad; su acusador, Eurimedonte el Hierofante citó el elogio que había escrito veinte años atrás a la muerte de su benefactor, el eunuco Hermias de Atarneo. El populacho reclamaba víctimas y Aristóteles habría sido con seguridad condenado a muerte; pero no estaba hecho de la misma pasta que Sócrates y no sentía inclinación por el martirio, así que, prudentemente se escapó de la ciudad para evitar que Atenas «pecara dos veces contra la filosofía».

No fue esta, sin embargo, una decisión fácil. Implicaba abandonar su amado Liceo para siempre. Privado de su biblioteca y del acceso a sus archivos personales, el profesor se retiró a una propiedad en Calcis, que había heredado de su padre. Esta ciudad está situada a unos 45 kilómetros al norte de Atenas, en la larga isla de Eubea, en el punto en el que un estrecho canal la separa de tierra firme. Las aguas de este canal presentan un fenómeno inexplicado; a pesar de que el Egeo es un mar prácticamente sin mareas, una corriente rápida corre a lo largo del canal y cambia de dirección, por ninguna razón conocida, hasta una docena de veces al día.

Un persistente mito local dice que Aristóteles pasó muchos días torturando su mente en busca de una explicación del fenómeno y que, al verse por primera vez en su vida, derrotado, saltó al agua y se ahogó.
Otras fuentes más confiables registran que Aristóteles murió el 322 antes de Cristo a la edad de 63 años, un año después de su llegada a Calcis; se dice que murió de una enfermedad del estómago, aunque hay quien pretende que se suicidó con un extracto venenoso sacado del acónito; el acónito se usaba a veces como medicina, lo cual me sugiere, más que suicidio, una sobredosis accidental o bien eutanasia autoadministrada; aunque es muy posible que su amarga frustración por la pérdida del Liceo le perturbara hasta el punto de considerar que la vida no merecía la pena.

El testamento de Aristóteles comienza con las inmortales palabras: «Todo irá bien, pero en caso de que algo sucediera…». Prosigue dando instrucciones para el cuidado de sus hijos y concediendo la libertad a sus esclavos; informa entonces a su albacea de que si Herpilis desea casarse otra vez «debería ser dada a alguien no indigno». El autor de este documento se revela como un hombre prosaico, decente, en ningún modo pervertido por ser el vehículo de un genio supremo; termina su testamento con la petición de que se destine parte del dinero que lega para erigir estatuas de Zeus y Atenea de tamaño natural en Estagira.

Al verse obligado a huir de Atenas en el 323 a. C., Aristóteles dejó el Liceo a cargo de Teofrasto. Según algún escrito de la época, Teofrasto se había enamorado del hijo de Aristóteles, que había sido discípulo suyo, pero Aristóteles no pensó, al parecer, que este antiguo riesgo ocupacional descalificara a su sucesor.
Teofrasto preservó la continuidad del Liceo después de la partida de su fundador y la Escuela Peripatética hizo pronto honor a su nombre, desperdigándose por todo el mundo clásico y expandiendo la filosofía de Aristóteles por doquier.

Sin embargo, hubieron de transcurrir tres siglos antes de que sus obras fueran recopiladas en la forma en que hoy las conocemos. El opus de Aristóteles puede dividirse en dos grupos: lo que escribió para su publicación y las notas de clase en el Liceo (cuya publicación no estaba prevista). El primer grupo se ha perdido sin remedio, de modo que las únicas obras de Aristóteles que han llegado hasta nosotros son las del segundo grupo, que originalmente estaba en forma fragmentada en cientos de rollos. Fueron organizadas en libros distintos por Andrónico de Rodas, el último director del Liceo.

A Andrónico debemos que la palabra «metafísica» sirviera de título a un grupo de las obras de Aristóteles; estas no tenían título originalmente y simplemente estaban situadas después de los trabajos sobre física, así que Andrónico las llamó simplemente «después de la física», que en griego antiguo se dice «metafísica».

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