jueves, 30 de diciembre de 2021

EL FIN DE LA URSS

La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas nació oficialmente el 30 de diciembre de 1922. La fecha exacta de su disolución es algo menos precisa, aunque podría considerarse que ella se produjo, de hecho, el 8 de diciembre de 1991, cuando Rusia, Ucrania y Bielorrusia declararon en Minsk, capital de esta última república, que la Unión Soviética había dejado de existir "como sujeto de leyes internacionales y realidad geopolítica", y acordaron formar una Comunidad de Estados Independientes, contraviniendo con ello la expresa voluntad del todavía Presidente de la Unión, Mijaíl Gorbachov, quien persistió hasta el final en su idea de preservar la integridad del Estado soviético. 

 En el curso de las dos siguientes semanas, otras ocho repúblicas se incorporaron a la nueva Comunidad, y sólo Georgia permaneció al margen de ella. Gorbachov, no obstante, siguió ostentando el título de Presidente de la Unión Soviética hasta el 26 de diciembre de 1991, fecha en la que finalmente dimitió, en la última reunión del Soviet Supremo, de un cargo que a esas alturas ya no tenía más que un valor puramente nominal, porque de hecho el Estado que él había gobernado durante casi siete años ya no existía. Su acto de renuncia fue, pues, algo casi superfluo, pero revestido, sin embargo, de una dosis de patética ironía y, sobre todo, de un alto contenido simbólico. Fue el último acto oficial celebrado en la Unión Soviética, y también constituyó la ratificación legal de otro acontecimiento de fuerte simbolismo acaecido el día inmediatamente anterior, cuando fue arriada del Kremlin la bandera roja con la hoz y el martillo que representaba a la Unión Soviética y en su lugar fue izada la vieja bandera tricolor de la Rusia imperial. Estos dos actos finales, por sí mismos importantes y dramáticos, no solamente representaron la caída de uno de los líderes más influyentes en la política mundial del período de la postguerra y el reconocimiento de la extinción de la Unión Soviética en cuanto Estado, sino también expresaron el término definitivo de una serie de otras importantes realidades de este siglo. 

La desaparición del Estado imperial que había sido una de las superpotencias dominantes en el escenario internacional durante más de cuatro décadas reflejaba el fracaso de la ideología en la que se había sustentado, la cual, a pesar de estar basada en una utopía imposible y de los enormes costos materiales e incontables sacrificios de vidas humanas que había implicado su implementación, había sido capaz, no obstante, de concitar la adhesión de millones de hombres en el mundo entero. En marzo de 1985, la Reunión Plenaria del Comité Central del PCUS eligió como Secretario General del Partido a Mijaíl Gorbachov. Su elección de ninguna manera puede ser considerada un hecho fortuito, ya que si bien él representaba una nueva mentalidad, ésta era concordante con la percepción crecientemente extendida —aunque todavía permaneciera en gran medida públicamente silenciada— de los problemas de diversa índole que aquejaban a la Unión Soviética. Cuando Gorbachov emerge como figura dominante existía, pues, una percepción generalizada del anquilosamiento del sistema soviético, de su incapacidad para cumplir sus propias promesas y así satisfacer las apremiantes demandas sociales de mayor bienestar. 

Los reiterados fracasos económicos y el retraso tecnológico eran cada vez más evidentes e indesmentibles, lo que era grave no sólo desde el punto de vista puramente económico sino también desde una perspectiva psicológica y moral: la ideología sustentadora de todo el sistema, basada en un supuesto conocimiento científico de las leyes de la historia y de la economía, estaba mostrando sus insuficiencias prácticas y su inferioridad respecto del vituperado capitalismo. El imperio soviético se disolvió. Las causas de su fin fueron los propios errores y fracasos del régimen que lo gobernó. 

El proceso de descomposición del sistema se hizo patente a partir de la llegada al poder de Mijaíl Gorbachov en 1985, pero el verdadero origen de los problemas es muy anterior a esa fecha. Por esto, sería enormemente injusto culparlo a él de la destrucción del Estado soviético. Gorbachov detectó el mal funcionamiento del sistema en todas sus áreas, no obstante lo cual pretendió salvarlo. La libertad de expresión ha demostrado su enorme poder al contribuir decisivamente a derrotar a una de las dictaduras más opresivas y asesinas que registra la historia. 

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