jueves, 14 de octubre de 2021

TERCERA GUERRA DE MARRUECOS: LA GUERRA DE IFNI

 LA AGRESIÓN MARROQUÍ (I): LA GUERRA DE IFNI 

Con una curiosa mezcla de sentimiento de superioridad islámico, de imperialismo expansionista y de nacionalismo tercermundista, Marruecos iba a desarrollar desde su acceso a la independencia una política de agresiones continuadas contra los territorios donde se alzaba el pabellón español. En los años cincuenta, Marruecos había creado el Ejército de Liberación Nacional (ELN) que no fue molestado por las autoridades españolas en la ingenua creencia de que los marroquíes sólo combatirían contra Francia. Sabido es que el ELN presionó, primero, sobre Francia para después, cuando ésta capituló, recoger la zona del protectorado español como si de fruta madura se tratase. 

Así, en 1956, España entregaba su protectorado a las recientemente creadas autoridades marroquíes. Apenas unos días después, fuerzas del ELN comenzaban a realizar incursiones armadas en Ifni. Oficialmente, Marruecos insistiría en que eran bandas de incontrolados —una entidad que históricamente no ha solido existir nunca—, pero en realidad se trataba de efectivos marroquíes bajo el control del príncipe heredero, futuro Hassán II. Bajo su atuendo de guerrilleros, los efectivos llevaban el uniforme marroquí con sus distintivos, y no pocos de los oficiales, a los que se reconoció con facilidad, habían sido formados en la Academia Militar de Zaragoza. Estos ataques iban a conocer una escalada durante el año 1957, hasta el punto de que para finales del mismo se planeó un programa de invasión generalizada del territorio. 

La noche del 23 de noviembre de 1957, un grupo de guerrilleros marroquíes, en colaboración con nativos de Ifni, tenía órdenes de asesinar en sus casas a los españoles y tomar todos los fortines. Al parecer, fue la indiscreción de la cuñada de un policía nativo —que avisó a su capitán— la que evitó la matanza. No, desde luego, el ataque. Los marroquíes penetraron hacia el interior a la vez que rebasaban y cercaban los puestos españoles. Ciertamente, no consiguieron tomar Sidi Ifni, pero durante diez días los españoles se vieron sometidos a un terrible cerco. De él se salvaron gracias a la llegada de fuerzas de paracaidistas y de la Legión procedentes de Canarias y la Península. La escasez de medios del ejército era tan acentuada que hubo que recurrir a aviones de Iberia en los que se pintó a toda prisa la cruz de San Andrés. 

Los combates, en ocasiones de una considerable dureza, emplearon también a soldados de reemplazo en una guerra extraña en la que el mando español procuró evitar el derramamiento de sangre, el equipo era atrasado —T-6 y Junkers alemanes de la guerra civil— y el aliado estadounidense impuso el veto al uso del material militar de la ayuda. Abundaron ciertamente los episodios de heroísmo. 

Fue el caso del teniente de paracaidistas Ortiz de Zárate, al que se envió con cuarenta hombres y un médico a liberar el puesto de Tzelata, a la sazón rodeado por centenares de moros. Ortiz de Zárate fue cercado junto con sus hombres al poco de abandonar Sidi Ifni, cayendo todos en combate. No menos heroico fue el comportamiento de la compañía de paracaidistas lanzada sobre la guarnición de Tiluin, que cumplió con éxito su misión a pesar del error de los pilotos y de otras unidades. Al cabo de unos meses de lucha despiadada, las guarniciones rescatadas fueron replegadas hacia Sidi Ifni, ciudad en torno a la cual se estableció una débil línea de defensa que, sin embargo, los marroquíes no pudieron perforar. 

La capital no caería, pero Marruecos había ocupado un territorio que no tenía la menor intención de desalojar. Todavía décadas después los españoles que estuvieron en aquella guerra, que concluyó el 30 de junio de 1958, recordarían con amargura cómo no les habían dejado defenderse. La situación económica del país —que requería un duro plan de estabilización— no era la más adecuada para embarcarse en una guerra con Marruecos. Quizá por esta circunstancia algún estudioso ha considerado que la guerra de Ifni fue victoriosa. 

Difícilmente puede conceptuarse como tal un conflicto en el que, a pesar de la heroicidad de los combatientes, se pierde el 80 por ciento del territorio en litigio. En un intento de ponerse a resguardo de las presiones internacionales, el gobierno español convirtió mediante decreto de 10 de enero de 1958 en provincias españolas a Guinea, Ifni y el Sáhara. 

Poco duraría Ifni en manos españolas. En 1969 las Cortes aprobaron su entrega, desprovista de base legal alguna, al reino de Marruecos, y el 31 de julio se arrió la bandera. Como compensación, que pretendía endulzar la amargura de la retirada, España había ultimado en septiembre de 1968 un acuerdo de pesca con Marruecos que se firmó en Fez el 30 de abril y entró en vigor el 13 de mayo. 

El texto del tratado reconocía a España el derecho a seguir pescando en aguas de Ifni como lo había hecho hasta entonces. En poco tiempo, la ocupación parcial de Ifni se convirtió en total e incluso las compensaciones acordadas a España fueron incumplidas por Hassán II. La lección aprendida por los marroquíes sería —una vez más— que España podía ser doblegada con razón o sin ella.

Se repetía así un patrón de conducta ya sufrido por los españoles durante siglos en su enfrentamiento con el islam. Apenas pasaría un lustro antes de que España fuera objeto de una nueva agresión marroquí.

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